"Esconderse es un placer; no ser encontrado es una catástrofe”
Donald Winnicott

Este post contiene algunas propuestas personales para relacionarse con la soledad no deseada. Nacen de escuchar y abordar las soledades de algunos pacientes y también de vivir la mía propia. No son “soluciones” a la soledad ni son aplicables a todos
Tengo que reconocer una cosa: hasta ahora lo que más me ha ayudado a entender la soledad no es la psicología, sino la antropología. Por eso, y por otras perlas existenciales que encuentro en ella, la estudio, y considero que es la mejor formación complementaria para cualquier psicólogo. La antropología me ayudó a salir de un sentimiento de soledad desastroso que tuve mientras me adapté a vivir en Bogotá. De ella he sacado casi todas las propuestas que vais a leer ahora.
👇🏽 Algunos aspectos clave sobre la soledad:
Es inherente al ser humano. Si somos seres sociales y preparados para vivir en compañía, por circunstancias de la vida habrá momentos en los que esa compañía no esté y notemos su falta.
No está relacionada con la presencia física de otras personas. La soledad no nos habla de una ausencia de relaciones, sino de la ausencia de relaciones significativas.
Puede ser autoprovocada y autoreforzada
Está modulada por las expectativas que tengamos de la relación con los otros
Forma parte de una tarea evolutiva de la edad adulta: la de desarrollar la capacidad para estar solos.
También nos relacionamos con la ausencia. La soledad se puede ver en prácticas que demuestran cómo nos relacionamos con la ausencia de un otro real o imaginario: habitaciones que se quedan como están cuando el habitante de ese espacio fallece, objetos que dejan de usarse y cogen polvo, hábitos culinarios que se descuidan cuando ya no hay nadie con quien compartirlos… La memoria de la persona muerta o ausente está creando cultura en el espacio que ahora reverbera su ausencia. El cuidado personal es otro buen ejemplo que seguro conocemos: en algún momento hemos dejado de arreglarnos, depilarnos o maquillarnos porque no hay ninguna expectativa de encontrarnos con otro y el cuerpo deja de ser un lugar para la relación.
🌱 ¿Por qué unas relaciones pueden saciar la necesidad de compañía y otras no?
Aquí entra en juego la relación con la otredad, un proceso que tiene que ver con reconocer al otro como alguien significativo o no. Si al otro le atribuyo rasgos que para mi son importantes, entonces tendremos una relación de igual a igual en la que nos reconocemos. Si para mi el otro no es significativo, no le estoy reconociendo, y me moveré en un entorno en el que no siento que haya personas iguales a mí. Es como una especie de filtro que aplico a los demás: “con este sí, con este no”.
Una de las formas de lidiar con la diferencia es negar al otro, reducirlo o anularlo, cristalizando nuestras diferencias al máximo de manera que sintamos que no hay entendimiento posible, lo que puede generar un profundo sentimiento de soledad.
Ahora sí, os dejo con una propuesta de prácticas para afrontar la soledad, entendida la soledad como una actitud:
💡Interés genuino hacia el otro
Quizá lo de “genuino” no nos salga solo y haya que forzarlo un poco al principio. Pero si hay algo que he aprendido de mi propia terapia, de atender a pacientes y también de la escritura, es que todos somos historias dignas de ser contadas. Mejor aún, si del otro lado hay alguien dispuesto a escucharlas.
También os digo que, para algunos pacientes, la experiencia de sentirse poco interesantes para los demás va de la mano con el interés que ellos muestran por los otros. La preferencia por hacer actividades en solitario, no tomar la iniciativa para proponer encuentros o rechazar invitaciones pueden interpretarse como señales de desinterés. Entonces empieza a gestarse el típico bucle sin fin: no me tienen en cuenta porque no les intereso y los otros no se interesan por mi porque yo nunca les tengo en cuenta.
Lo digo así grosso modo, aunque sea algo más complejo que eso.
🍂 Tolerar la diferencia
Y la incomodidad que implica. Sé que es mas fácil decirlo que ponerlo en práctica, pero lo pongo aquí como recordatorio para v(n)uestra parte más vulnerable, fantasiosa o infantil que a lo mejor espera encontrar a alguien con quien tener una “conexión” estupenda desde el principio.
En la adolescencia esta conexión o afinidad inicial juega un papel importante, pues se está dando un proceso de separación psicológica de los padres y la construcción de una identidad propia y separada.
Pero en la adultez hay ya otra configuración interna de uno mismo. Podemos intimar con los demás sin perder nuestra identidad. No necesitamos relacionarnos solo con quienes compartan nuestro gusto musical o la misma marca de ropa.
En esta etapa, habrá pocas chispas de conexión mágica y pocas almas gemelas caídas del cielo como si fueran una milagrosa casualidad, pero en su lugar disponemos de una capacidad para tolerar las diferencias y, especialmente, la energía para salvar esas capas de diferencias para llegar a un lugar-en-relación agradable, sostenible y nutritivo.
Esta capacidad hay que entrenarla. Las relaciones se construyen, suponen un esfuerzo. No nos llega el amigo ideal como por arte de magia. Vamos a tener contacto con aspectos del otro que no nos gustan, igual que cada uno de nosotros rechazamos aspectos de nosotros mismos.
🦋 Entrenar la apertura y flexibilidad
Son condiciones que no pueden faltar, pues interesarse por los demás y estar abierta a las diferencias implica una actitud de apertura hacia lo nuevo y lo inesperado. Significa poner en suspenso los prejuicios.
Ojo, no me refiero a no tener prejuicios, sino a ver más allá de ellos. Todos tenemos un marco psicológico y cultural de referencia, y lo que no caiga dentro de ese marco es probable que nos provoque rechazo o, como mínimo, extrañamiento. La apertura implica abrir ese marco y enriquecerlo con nuevas experiencias de relación.
Con ejemplos nos entendemos mejor. Mirad, yo hace bien poco escucho a la gente que me pregunta por la calle. Es una barbaridad decirlo, pero de verdad que antes me ponía a la defensiva o me hacía la tonta cuando me paraban a preguntarme una dirección, por ejemplo. O tenía prisa, o iba con mi música, o simplemente no quería pararme a responder.
Ahora, si me cruzo con alguien que quiere saber cómo llegar a un sitio, le indico. Si no lo sé, lo busco en Google Maps ahí mismo. Si empiezan conversación en el transporte público (raro, eh) y me apetece seguirla, la sigo.
🔗 No romper
Lo de romper lo pongo como algo metafórico y también literal.
Cambiar de casa es una ruptura, dejar el trabajo es una ruptura, romper una relación de pareja es (claro) una ruptura. Evidentemente todos tenemos derecho a cambiar de casa, a dejar un trabajo o a dejar cualquier relación en la que no queramos estar, pero lo de no romper se refiere al componente impulsivo de la decisión de romper. Quiere decir que toda decisión de cambio tenga una reflexión previa.
Decidme si no tenéis ejemplos cercanos de este tipo:
Llevo 3 meses en un trabajo. Veo algo que no me encaja. Lo dejo.
Mi amiga no me apoya en X. Me decepciona. Dejo de verla
El chico que estoy conociendo hace un comentario sobre X. No opina como yo. Ya no me interesa.
Me mudo a otra ciudad. Conozco gente, hago red. Me mudo otra vez, me despido de esa gente. Y así repetidas veces.
Como una vez me dijo mi supervisora, siempre estamos a tiempo de romper, pero CONSTRUIR una relación (con una pareja, con un espacio, con un trabajo) es un gran esfuerzo. También llegan a consulta pacientes que tienen la sensación de estar constantemente construyendo relaciones desde 0, con la impotencia de no verlas nunca permanecer o consolidarse, mientras por el camino van acumulando relaciones que casi llegaron a ser algo.
Bueno, va a sonar duro, pero a la práctica de romper impulsivamente con todo le acompaña un rastro de cadáveres emocionales que el “rompiente” va dejando por el camino, con un sentimiento de soledad a veces difuso que no sabe bien de dónde viene.
¡Hasta aquí llegan mis sugerencias! Si has leído algo que te encaja (o no), deja tu comentario para que otros puedan leerte. Lo valoro mucho.
Gracias por tu ratito.
Un abrazo,
Judith.
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Gran reflexión, felicidades Judith, me ha gustado mucho leerlo. Yo ahora estoy en un periodo más de soledad temporal elegida, he aprendido a recargarme en soledad y volver a salir al ruedo. Antes, sin embargo, solo era sociable sin darme cuenta de que eso me estaba alejando de mí. Incluso con mi chico, elegimos ratitos los findes de hacer nuestras cosas, juntos en el espacio, en silencio, disfrutando de una soledad compartida pero cada uno la suya. Creo que buscar amistades y relaciones en general que nos permitan elegir momentos de soledad cuando son necesarios, es bueno.
Creo que mucha gente en soledad, están solos porque no han cultivado relaciones, y culpan a otros. En este tema también creo que hay que hacer un poquito de autocrítica a veces.
Que interesante Judith. Me ha hecho pensar mucho lo del apartado de no romper. ¿Qué crees que lleva a algunas personas a dejar continuamente todo, a romper como tú dices?