Lo que vas a leer es un esbozo de Charo, un experimento narrativo, y su narradora, siempre cotilla. Estos personajes nacieron en un ejercicio de un curso de narrativa que hice. Aunque sé que me he desviado bastante de los temas del blog, me ha apetecido compartir esta prueba con los lectores :)
Con Charo entendí que en los áticos de Madrid siempre es de noche. Me dijo que en Madrid las estrellas no se veían, o al menos se veían pocas, pero eso a Charo no le importaba porque en un ático, decía, está una más cerca del cielo. Yo nunca estuve en uno, y se lo dije, a la Charo. Le dije que nunca pisé un ático pero seguro que en los de Madrid hay bombillas de un amarillo polvoriento. Y ella que no, que “allí se juega al misterio y a cortar el pan”. Al final la creí. La creí antes de entenderla. Cómo iba a entenderla si le hablaba al aire, le hablaba más a la ciudad que a mi, con sus ojos desplomados sobre las fachadas madrileñas.
Charo tenía noches oscuras y días enteros en tiniebla. La conocí en mi segunda noche como camarera del club, poco después de descubrir que era un burdel disfrazado de coctelería selecta y que ella era una de las prostitutas. Nos cruzamos en el pasillo que daba al lounge bar, me acuerdo bien. Yo cargaba dos cajas de tónicas Rose Lemonade de Fentiman’s, una encima de otra. Eran tónicas para pijos, y yo tenía que dejarme los brazos para que los camioneros que venían al burdel tuvieran su tónica para pijos entre sus manos de camioneros. Me crucé con Charo y de repente se me olvidaron las tónicas y los pijos. Vi que vestía una bata con dibujos de magdalenas de un azul chillón. Hoy es la ruta de los tristes, fue lo único que dijo, mientras miraba a los tubos fluorescentes del techo, y después se metió en un pequeño almacén que usábamos como cuartillo.
Cada noche después de su turno en el club, Charo subía a la terraza a contemplar la ciudad. Yo la acompañaba, contaba con ella cuántas ventanas se encendían como farolitos a lo lejos. Ella fumaba y repetía que en los áticos de Madrid podías comulgar con un cuerpo recién estrenado. A veces hablaba conmigo y otras con la ciudad, nunca lo supe bien, pero necesité veintiseis madrugadas para entenderla, a la Charo.
Le gustaba imaginar los áticos en los que nunca estuvo y contemplar los chispazos de comunión entre dos cuerpos. De día, podría haber sido propietaria de un bajo enjaulado en Usera o Carabanchel, pero no lo era. Ya me lo dijo: “no lo soy”, y también dijo “pero podría haberlo sido, porque los tristes por aquí vienen mucho, y cuanto más tristes vienen, más dinero se gastan, entonces con ese dinero podría haberlo sido”. En moto venía al club y en moto volvía a su habitación de alquiler. Para desayunar compraba una barra de pan en el paqui de la esquina, recién hecha y con harina de un blanco luminario. En sus noches libres paseaba a su perro por el parque y bañaba su cuerpo en la luz polvorienta de las farolas de su barrio.
A Charo le gustaba subir a los áticos cuando se le apagaban todas sus estrellas. Su ciudad lo sabía, o eso me parecía a mi, porque Madrid nunca pudo encender las estrellas de Charo, pero a cambio exhibía otras para que ella pudiera contemplarlas. Eran su paisaje nocturno, un paisaje lleno de farolitos titilantes en la piel de su ciudad.
Cuando me fui de Madrid, quise llevarme un recuerdo de ese lenguaje sagrado que Charo tenía con la ciudad. Decidí traerme varias postales en las que despunta un cielo meloso del atardecer, con un millón de luces que brillan como farolitos en las ventanas de los edificios. En una de ellas me parece ver la silueta de una mujer que mira, de lejos, otros farolitos que brillan más que el suyo. La historia de esta mujer no empieza en Madrid, sino en una frase que leyó en un libro y fue la que apagó todas sus estrellas. La frase -me la confesó tras un sorbo a su latte dulzón en el Café Tristana- era esta: "nací cuando mis padres ya no se querían".
Que bonito relato ❤️ me gusta la Charo, personaje algo trágico y que me genera cariño y curiosidad.
Y los áticos de Madrid, donde se ven otro tipo de estrellas 💫
Me desperté aproximadamente a las 4 am (de Buenos Aires) con una sensación rara. De vez en cuando me despiertan fantasmas, a veces necesitan ayuda y se encuentran perdidos, otras veces lo hacen sólo para molestar.
Segundos después me sonó el celular y llevé mi atención a la notificación: "Los áticos de Madrid". Deje de lado a mi visitante y medio dormida leí un poco.
Y ahí entendí quien estaba robando mi sueño...
Hace unos días falleció mi tía Charo (un apodo no tan común en Argentina).
Me caló profundamente este bello texto.
Yo le llamo magia.
Ame leerte.
Gracias 🫂